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Relación lógica entre cuidado y enfermedades crónicas

Autora: Sandra Páez Ramos



El cuidado es una acción o conjunto de acciones que son llevadas a cabo por personas que presentan un grado de desarrollo suficiente para ello, cuyo objetivo es la satisfacción de necesidades y el mantenimiento del bienestar, la salud y la vida. El cuidado puede ser un acto dirigido hacia uno mismo (autocuidado), hacia otras personas (cuidado dependiente) o puede ser ejercido de forma profesional (cuidados sanitarios). Para que el autocuidado sea posible, debe haberse desarrollado la agencia de autocuidado. (Orem, 1993)


Por su lado, la salud es el conjunto de condiciones físicas, mentales y sociales en el que se encuentra una persona en un determinado momento, que conforma un estado que le permite cuidarse. Es decir, es el estado en el que una persona desarrolla su vida y que determina las capacidades que esta tiene para adaptarse al entorno y a las variaciones de este. (Caponi, 1997) (OMS, 1946)


Dentro del paradigma de salud, se puede enunciar el concepto enfermedad como una afectación de la salud o, dicho de otro modo, de la capacidad de ejercer cuidado; esta afectación habitualmente se refiere al área de salud correspondiente con las condiciones físicas del individuo. La enfermedad reduce los rangos de normalidad de la persona, es una condición que la incapacita para continuar su vida cotidiana, disminuyendo sus competencias de autocuidado. Además, la enfermedad es una vivencia que produce sufrimiento (signos y síntomas), que origina vulnerabilidad biológica y social. (Botero Jaramillo & Camilo Guevara, 2017) (Llinás Begon, 2010)


El concepto de enfermedades crónicas, a su vez, hace referencia a enfermedades no transmisibles que se perpetúan en el tiempo y que se relacionan con factores de riesgo comunes como el consumo de tabaco, dieta inadecuada, poca actividad física y consumo de alcohol. Es decir, con una agencia de autocuidado inadecuada. (OMS, s.f.) (OMS, 2018)


De este modo, se puede deducir que existe una relación entre el cuidado y la aparición de enfermedades crónicas; es decir, un cuidado desajustado en relación con las necesidades de cuidado del individuo de forma prolongada en el tiempo produce una afectación de la salud que, a su vez, disminuye su agencia de autocuidado. Y esto puede verse tanto en los factores de riesgo que están relacionados con estas enfermedades como en los planes de tratamiento de estas en los que se promocionan hábitos de vida saludables (deshabituación tabáquica y enólica, ejercicio físico, dieta).



No obstante, dentro de la práctica clínica sanitaria actual, se toma como objeto de estudio la enfermedad, perdiendo la perspectiva global de la persona y el cuidado. Es decir, el acto médico se limita a la realización de mediciones de parámetros biológicos para compararlos con el rango de normalidad, que en la medicina actual se equipara a la salud. Cuando los resultados de estas mediciones no están en rango de normalidad, se entiende que la persona está enferma. Por tanto, el objetivo terapéutico se centra en restablecer lo normal, tanto en el sentido del estado habitual de los órganos como en el sentido del estado ideal de la persona, ambos conceptos de manera simultánea. Esto se lleva a cabo habitualmente mediante tratamiento farmacológico o quirúrgico.


Dentro de las especialidades médicas, la Medicina Familiar y Comunitaria cuenta con un contexto diferente a las Especialidades Hospitalarias; puesto que es la primera puerta de entrada al sistema sanitario, y las personas acceden en cualquier estado de salud y en cualquier etapa de la vida, siendo una atención sanitaria global (del conjunto de la persona) y longitudinal (a lo largo de toda la vida) (Ministerio de Sanidad y Consumo, 2005). Es por ello por lo que dentro de la atención en Medicina Familiar y Comunitaria es posible contar con un objetivo terapéutico centrado en el autocuidado, realizando un acompañamiento de la persona, identificando sus competencias en autocuidado y potenciándolas, promocionando hábitos de vida saludables. Este modelo profesional de Medicina Familiar y Comunitaria puede aproximarse al modelo disciplinar de la Medicina tradicional y, además, es clave en el abordaje de las enfermedades crónicas.

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