Todo comenzó con una gran explosión…
El principio era oscuro, hasta que fueron formándose las estrellas y galaxias. Ellas encendieron la luz del cosmos.
Durante miles de años construimos nuestras vidas en torno a la luz que nos ofrecía el sol, la luna y las estrellas de manera natural.
Y llegó el fuego, y pudimos contar con otra fuente de luz con la que desarrollar nuestras actividades en otros horarios, en los que el sol no pudiera brindarnos la iluminación que le caracteriza, al dejar paso a su compañera en La Tierra: la Luna. Así, de esta manera, empezó a tener un lugar en nuestras vidas la noche.
La noche, vista desde hace miles de años como un elemento misterioso, un espacio de tiempo en el que podían ocurrir las cosas sin explicación alguna, pues era ajeno al ojo humano.
Mucho transcurrió hasta que llegó la luz artificial, un hito que cambiaría la vida tal y como la conocíamos hasta ese momento.
Años y años han transcurrido y hoy en día, ¿nos podemos imaginar la vida sin luz?
La luz ha adquirido cierta importancia en el mundo actual. En 2015 la ONU declaró el Año Internacional de la Luz y las Tecnologías Basadas en la Luz, y es que son muchos los campos en los que este elemento nos permite evolucionar y crecer.
La luz marca el ritmo para el cuerpo humano, determina el ritmo circadiano, afecta en la producción de hormonas, en la regulación del sueño, en los estados anímicos y en un sinfín de áreas en el ser humano, lo que ha establecido nuestra forma de vivir.
Pero, además de afectar directamente sobre la biología humana y del resto de especies animales, la luz ha permitido desarrollos en campos como las energías renovables a través de la energía solar; campos como la electricidad, a través de las comunicaciones; la iluminación, permitiendo tener luz las 24 horas de día…
Como vemos, la luz es fundamental, se constituye como la piedra angular de la vida según la entendemos hoy en día.
Asumiendo el desarrollo que permite la luz en la sociedad, la luz incide en cada uno de nosotros, en cada una de las personas de manera particular.
La luz y las personas…
Empleamos la luz en nuestra cotidianidad. La Utilizamos para cocinar, para comunicarnos, para hacer deporte, a veces incluso para respirar, como arte, como expresión cultural, como refugio espiritual y, en muchas más actividades individuales y colectivas, entre las que la destacamos como elemento protector.
Y es en esta última utilidad, la protección, en la que nos detendremos un momento, pues, ¿nos sentimos más seguros con luz?
La luz en es un “agente físico que hace visibles los objetos” (Real Academia de la lengua española), y es aquí, en esta definición, en la que puede identificarse la clave para dar respuesta a la pregunta planteada, la visibilidad.
Las personas contamos (en su mayoría) con dos ojos. El ojo es el órgano conocido como el órgano de la visión, un sentido fundamental para el desarrollo de los seres humanos. Gracias a la visión podemos percibir el mundo a través de la luz, tenemos la capacidad de conocer el entorno en el cual se alojan los riesgos a los que las personas están expuestas.
Una buena iluminación permitirá la visión del mundo, permitirá conocer todo aquello que alberga, y por tanto dotará a la persona de más conocimiento para su seguridad, facilitando nuestra supervivencia.
Así, la iluminación se entenderá como un elemento protector o de riesgo que permite visibilizar, de una u otra manera, a nosotros en nuestro mundo.
Bibliografía:
RAE. 2018. Diccionario de la lengua española. Edición del Tricentenario. Madrid. [consultado el 11 de julio de 2019]. Disponible en: http://www.rae.es/
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